viernes, 19 de septiembre de 2014
Ella se solía ocultar en su casa, en su cuarto. Aquel que empapelaba con fotos de mil recuerdos vacacionales, errores, promesas y amores tanto platónicos como reales. Allí lloraba, lanzaba alguna cosa. Se deprimía y no se levantaba hasta que un grito la llamaba para ir a cenar. Entonces se sacaba las lagrimas , se ponía de pie e ignoraba tanto el dolor que le provocaba los músculos de las piernas por haber estado tanto tiempo quieta como el dolor que sentía en el corazón y en la tripa.
Pequeños o grandes pinchazos, todos llenos de recuerdos. Nadie la había tratado muy bien nunca. De echo, no solo las dolían las piernas. También esas heridas reales, no psicológicas, le hacían daño, a pesar de ser ya cicatrizes.
Llego a la mesa para cenar con su madrea adoptiva.
- Ese infeliz que tenias como padre esta muerto mi niña- Fue lo primero que dijo la madre solo al verla la cara
+ ¿Sabes? A veces lo veo cuando cierro los ojos. No desaparece
- Pero lo hará.
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