miércoles, 17 de febrero de 2016

¿Y que? Que más da si fue ayer o antes de ayer, si no sabes en que día vives ni en que semana estamos. ¿Y que? ¿Que mas mi edad o lo que aparento? Me quedaré sola cuando no tenga en quien pensar, creeré en los malos presagios cuando no nos lo tomemos como un simple juego. ¿Y si fuese eso? ¿Pues genial, no? ¿Y si cada cosa que vives marca una parte de tu futuro? Si, es posible que sea una bobada, un pensamiento de una niña que nunca tuvo nada mejor que hacer, pero ¿Y si así es? Y si cada cosa nueva que vives es por una razón y todo eso te lleva a ser quien eres. Piensa por un segundo en cada trauma superado que tienes, en cada miedo que no has afrontado y en las noches en vela que tienen tus ojeras. Da miedo pensar que lo que estoy haciendo ahora tiene importancia, pero ¿Y que mas da?

viernes, 29 de enero de 2016

Volviste a aparecer, a pesar de la distancia

Las rosas que descansaban en el antiguo y viejo árbol que me recordaba a la infancia, a mi juventud donde yo era una niña brincando en el mundo, que no me preguntaba a quién amaba, que no sentía nada al ver a un chico y que veía a todo el mundo como un amigo más, cuando apenas le conocía. Ahora todo olía a dulzura, todo eran nubes suaves y algodonosas, en lo tonos más rosados que puede haber. Me gustaba la sensación de encontrarme allí, flotando en una zona más del mundo y sobre todo, me sentía ausente, pensando en si volvería a estar allí, en si volvería a sentirme así de sola, observando detenidamente cada detalle de aquel paisaje tan suavizado. Me adentré en un lugar donde no podía hacer nada, donde todo se esfumaba. Todo menos él. Porque él había vuelto. Y lo había hecho para hacerme cambiar de opinión porque se adentró en mi corazón, en mis sentimientos. Me perforó por dentro y destruyó todo lo que podía hacerme cambiar de opinión, pues él había aparecido, ante mis ojos, ante mi mirada y lo había sentido. Había sentido que solo existía él, sin pensar en que apenas le conocía pero sin embargo, él me había marcado para siempre, que está haciendo que ahora aunque toda la distancia nos separe, desde allí, está haciendo que niegue el amor que deseé tanto tiempo, que puede que esta sea la última oportunidad de estar con él pero sin embargo aquel día, flotando en mi mente, en mis pensamientos, él se había colado y dejo de ser una mente llena de tonos rosados, pues en aquel pequeño mundo, todo cambió, se convirtió en un rojo pasión el paisaje y se formaron tonos azules espirituales donde todo dejaba de ser tan tranquilo y todo se volvía complicado y él, a mi lado seguía susurrándome las mismas palabras:
-Sigo aquí, he vuelto a aparecer, porque pensé que ya no valía la pena seguir luchando por ti, por la distancia, pero sé que lo arriesgarías todo si volvía a aparacer y no me equivocaba porque sé que arruinarás todo, porque no podrás resistirte, y pase lo que pase en aquel verano tan cercano, lo habrás destruido todo, por mí y aun no sabrás que puede que ya no vuelva a aparecer, que ya nunca me vuelvas a ver, pero desde luego que lo intentarás, me buscarás hasta no poder más y cuando te des cuenta de que ya no voy a volver, apareceré de nuevo, como acabo de hacer porque no te esperabas que pudiera volver, a pesar de la distancia sigues en un rincón de mi mente, como un recuerdo lejano pero que si volviera  a verte dibujaría una sonrisa en tu cara y me daré cuenta de que yo también te eche de menos. Y eso ocurrirá porque yo también sonreiré.
-Te quiero. Estoy segura. De momento.

La violinista de mi corazón

Para la violinista de mi corazón:
Esa que se ha construido una casita dentro de mí para estar segura. Esa que es distinta, diferente a todas las demás. Esa que con su voz y sus palabras enamora a todo quien se le cruce. La que me da un hombro en el que llorar y una melodía con la que soñar. La que consigue que mis sueños se hagan realidad. Esa que rompe con mi rutina para escribirme de improviso un precioso correo impregnado de su personalidad y belleza. La que llora a escondidas porque tiene vergüenza y la que ríe porque sí. A la que la opinión de los demás no importa porque no viven en su mundo. Esa que sólo quiere lo mejor para mí y para los demás. La que me pide consejo y se tira del banco cuando me caigo yo. La que interpreta con gracia las melodías sencillas y difíciles. Esa a la que le he pegado mi risa aguda e insulsa. La que nunca avisa cuando se va y siempre cuando viene. Esa en la que no encuentro ningún defecto, y ella piensa que es simplemente una imperfección. La que irrumpe mis pensamientos mañaneros con su habitual media sonrisa, sonrisa entera si le hago reír. ¡Oh, preciosa violinista, jamás te marches de mi corazón! ¡Tu cambiaste mi vida! Porque sino, yo no sería capaz de construir una casita dentro de ti, ni de enamorar a todo quien pase por delante de mi con mi voz, ni te daría un hombro sobre el que llorar, ni una melodía con la que soñar, ni conseguiría que tus sueños se hicieran realidad, ni rompería con tu rutina para escribirte un correo más, ni reiría, ni me importarían las opiniones de los demás, ni viviría en tu mundo, ni te pediría consejo, ni te contagiaría la risa, ni sería capaz de irrumpir tus pensamientos mañaneros. Porque yo no sería lo que soy sin ti, ¡jamás te marches de aquí si no me arrastras a mí contigo!

Entre libros y palabras, también me encontré con música

Mi cuerpo se encontraba totalmente recto, mi espalda se apoyaba en la suya, mis manos lograban llegar a tocar el cielo, mis cabellos rozaban los suyos con delicadeza. Flotaba en una nube, con él a mi lado, con sus ropajes masculinos y con sus ojos avellana, sentía total inseguridad, no conseguía tranquilizarme. Mis nervios empezaron a recorrer todo mi cuerpo, aquella figura tan recta que siempre me caracterizaba había empezado a flojear, todo había empezado a temblar. Todo podía derrumbarse en aquel momento, aquella forma blanquecina parecida a una nube me tragaba por momentos, me hacía sentir mil sensaciones, pero él seguía igual de rígido. Entonces noté aquellos pájaros llenos de letras, que flotaban por el mundo regalando sueños. Sentí la mirada de uno de ellos en mi nuca, y me acerqué a él. Le ofrecí mi mano y me agarré con suavidad a sus páginas, surcábamos todos los lugares a los que nunca había podido ir, subíamos y bajábamos montañas y universos. En ese momento, me sentí completamente segura de mí misma, con un poder sobre todos los personajes que se habían adentrado en mi vida, estaba flotando entre palabras, no entre nubes. Había sentido cómo las palabras se me habían tragado. Y tal vez fue por eso, por lo que  desapareció. Él ya no estaba allí, él no sentía las ganas de poder adentrarse en otro mundo. Aunque  tal vez sí que lo hiciera. Mientras surcaba los cielos con aquel libro que me había acompañado, noté la presencia de otra cosa muy poderosa. Eran también palabras, que salían de una voz femenina, eran palabras cantadas con un sentimiento que las acompañaba, era música. No podía parar de escucharla, era mágica, se adentraba en cada rincón de mi cuerpo, no me producía rasguños, tan solo producía sentimientos, era poderosa y en ese momento, puede que alguien pensase que estaba sufriendo, pero  me liberé por completo, mis lágrimas se desparramaron por mis ojos como cascadas cristalinas y volví a notar su presencia. Me miraba desde lo más lejos, recorría mi cuerpo y antes de que pudiese escapar, me agarró con fuerza y volví a adentrarme en otro mundo de letras, otra vez me había agarrado con fuerza para no dejarme escapar, otra vez había vuelto a hacerme leer sin parar pues otro mundo nuevo había aparecido y tenía que adentrarme en él para comprender otra historia más en un mundo de papel.

Flotando entre palabras


Acordes

El bar estaba abarrotado. Entré cogida de la mano de mi padre, no quería perderme entre la multitud. Se escuchaba un intenso murmullo, y de pronto, todos callaron. En la barra un hombre de edad se tomaba el último trago su gin-tonic. Carraspeó una, dos veces. Los primeros acordes de guitarra, aquella que tocaba el hombre de espeso bigote gris. La voz del hombre de la barra inundó la sala en pocos
segundos. Nadie hablaba. Nadie comentaba. Sólo sonreían. Yo sonreía.
Apenas la única joven que había en aquella sala era yo. Pero para mí la sala estaba vacía. Importaba la canción, la letra, la voz, y nada más, absolutamente nada. En esos momentos tenía ganas de llorar de la emoción, me emocioné, y no sé por qué. <<¿Por qué este señor no es famoso, papá? El tiene verdadero talento, canta mejor que cualquiera>>. ¿No quería ser conocido? ¿Prefería cantar en los bares, con un público mucho más reducido del que merecería? ¿Por qué no quería deleitar con su voz a muchas más personas? Me pregunto ahora, una vez pasados aquellos minutos de evasión total. Y ahora me siento feliz. El calor de treinta personas sólo escuchándole a él, a los acordes de guitarra, a la armonía del momento y a la alegría.

"Dile que la quiero, dile que yo vivo, dile que me muero"
"Yo solo quiero, quiero que vuelva, aquella mujer"

Ríe ahora

Todo se destruye. Hasta la milagrosa telaraña que aguanta el peso de todos los elefantes que le echen, se acabará deshilachando hasta que se rompa. Igual que las olas no pueden ser llevadas eternamente por el viento, deslizándose por el mar, porque siempre hay una roca que las frene. Incluso la relación aquella en la que os jurasteis un para siempre acabará rompiéndose, ya sea por la infidelidad del que no se siente querido o por la caprichosa muerte que desea siempre hacer el mal a todos. Se destruyen los sueños cuando un obstáculo te impide cumplirlos. Y hasta aquel que dijo "nunca me rendiré" mordió el polvo muchas veces. Pero no te preocupes. Las ganas de vivir deben seguir ahí, sin miedo a ser destruidas. Porque cuando te das un abrazo, esa amistad se puede sellar más aunque acabe sucumbiendo. Y a cada beso ese amor se puede hacer más fuerte si es verdadero. Es como quien tiene miedo a la muerte y no aprovecha la vida. Todo se destruye, sí, pero intenta tú que no sea así. Tú decides si tu sonrisa se mantiene erguida, o si tus lágrimas deben correr por tus mejillas o ser eliminadas con el dorso de tu mano. Así que ya sabes. Corre como si no existiera el final del camino, lee como si no existiera la última página, baila como si la canción fuese infinita. Todo se destruye. Pero ríe ahora, porque más tarde quién sabe si esa sonrisa es destruida.

¿Adónde viajo?

Tumblr_lnnyrmwf3n1ql7qafo1_500_large
Con mi cámara a todas partes, con mi retina a todas partes.

No hace falta que tenga una cámara para recordarle a él, para recordar un paisaje...Pues guardo todo en una pequeña cámara que se hace llamar retina y aun siendo pequeña es la mejor cámara que pueda existir. Es difícil fotografiar un paisaje y que se vea con total claridad los colores, los árboles reflejados en el lago pues solo la retina puede hacerlo. Tengo una foto de aquel amor de verano guardada en mi interior que no la puedo enseñar pero tampoco la puedo perder pues permanecerá para siempre guardada en mi baúl de recuerdos.

Fácil volver atrás con los recuerdos.
Tampoco se puede volver atrás con una máquina del tiempo, sin embargo siempre lo hacemos, pues los recuerdos es lo que nos hace volver atrás. A los años donde tan solo éramos unas niñas que íbamos a clase con un mochilón enorme y que con pocos libros ya nos cansábamos y por ser excluidas de un juego ya nos enfadábamos. No he vuelto al pasado para poder vivirlo de nuevo, sin embargo mi mente ha estado ausente pues ella viaja cada día a otra época, al verano, a los años de primaria e infantil...Una retina que parece ser fotógrafa y turista es la que tengo yo al igual que las demás personas que se les va la concentración sin darse cuenta y tampoco se dan cuenta de dónde están pues podrían estar viajando por cualquier sitio y el viaje acaba cuando alguien te dice:
-¿Hola? ¿Estás ahí?
No, no estoy ahí bueno mi cuerpo sí y mi mente no.

Viajando a otro lugar...
Todos entendemos los momentos en los que no estamos y no podemos estarlo pues es hora de un buen viaje hacia otro lugar.








- Mira esa, qué friki.
- Vamos a por el palo, que no se mueve ni habla con nadie.
- Qué gafas más feas.
- Ella no habrá sido, es muy buenecita.
- Habrá pasado toda la fiesta de pijamas leyendo.
 
LargeEllos no saben nada de mí. Hasta las personas que creen conocerme se equivocan. A veces es difícil abrirse, ¿sabes? La gente confunde. Confundeaparentar con sercomprendido convividoamiga con chica con la que vas sin sentirte tan unida a ella en realidad.
A menudo pienso que la gente no sabemucho de mí, y sé que es culpa mía, apenas cuento todo lo que se pasa por mi cabeza. Entonces todo sería diferente, raro, extraño.
El silencio es bonito, la soledad también lo es. No voy a decir que querer no sea bonito, que no tenga amigas que traten de acompañarme moralmente y crean conseguirlo. Pero...
 
 
Si pudiera empezar de nuevo, ¿empezaría?

The End | via FacebookSí, tal vez. Desde luego, si no lo hiciera no sería por otra cosa que por cobardía. Inunda mi cuerpo.Escondo las manos en mi jersey. Apenas hablo. Me muestro ausente. Ya no tienen por qué ser los efectos de un mal día. Es la rutina. La misma rutina de la que quiero y no puedo salir. Ese círculo vicioso que más de una persona en el mundo, sobre todo a esta edad ha querido romper pero no lo ha logrado. A esta edad...
 
 
 
 
¿Cómo de mayor soy realmente?
 
En realidad, pienso mucho. Pienso mucho y no digo nada, pero pensar pienso. Soy una cría, soypequeña. ¿Son mis ideas, mis teorías, mis propósitos, mis experiencias, mis lágrimas lo que me hace mayor, o solo lo creo? Tal vez sea solo una ilusión. En el espejo veo reflejada a una chica a la que no conozco.
 
Large
 
Dejadme descansar un rato
 
Esto no quiere decir que no os quiera, que no os aprecie. Quiere decir que quiero sentarme en mi cama, mirar las densas nubes desde mi ventana y perderme en el sonido del viento. Porque en ese momento no hay nadie allí. Nadie que me pueda criticar, nadie que me pueda hacer llorar, nadie que no me entienda ni de lejos.

 
No confiar en nadie. Borrar los recuerdos. Olvidar el mundo. Sentir la necesidad de pasar de todo.

Crónicas de una fumadora #1

Nada. Eso es lo que me pasa. Que no me gusta reír porque tampoco sé llorar, y hacer alguna de las dos cosas descompensaría la balanza entre la felicidad y la tristeza. Y muchas lágrimas son malas, pero muchas risas también, porque es imposible sonreír si antes no te has lastimado. Una vez creí que no podría parar de reír. Tenía ocho años y, esos minutos en lo que me dolía la tripa de tantas carcajadas los echo de menos. Entonces era una ingenua, pero por aquel momento yo me creía bastante mayor y bastante alegre era yo. Oh, cómo nos cambia la vida. Al día siguiente, seguía en mis ocho años de inocencia, mis amigos no me llamaron para que jugara con ellos. Me sentí traicionada, apenas sabía nada de las tragedias que ocurren por todos lados como para no llorar por esa desgracia que me acababa de ocurrir. Y mis amigos no me llamaron ese día. Me llamaron un día después. Así que, nada. No me pasa nada.

Hace poco decidí que dejaría de fumarme todas esas mierdas y me fumaría un cigarro. Pero una no puede encender un cigarro sin mechero, igual que uno no puede gritar si es mudo o abrazar sin motivo. Mi problema es que quiero abrazar, pero no me molesto en encontrar el motivo. Estoy cansada de hacer las cosas pensando, es una estupidez. Y yo no me consideraría estúpida hasta que pasaran otros ocho años y dijera "cuando tenía dieciséis... que ingenua era", porque estoy segura de que es una especie de círculo vicioso en el que te sientes obligada a hablar mal de tu yo de hace unos años. Así que me he comprado un mechero con el que prender fuego a todo, incluido ese cigarro.

Y ahora ya no queda nada, salvo mi desinterés por todo y por nada. El maldito cigarro se ha caído de mi mano a la hierba húmeda y yo no me preocupo por recuperarlo, ni pisarlo, ni soltar el humo que está atrapado en mi garganta. Como mis palabras, nunca salen cuando quiero. Pero en este momento, he gritado. Y no he gritado ni de impotencia, ni de felicidad, ni de hastío ni nada parecido. Ha sido uno liberador. ¿Por qué liberador? Porque hasta ahora yo no era ni triste ni feliz, y he descubierto que lo que soy es una chica estresada.

Crónicas de una fumadora #2

¿El aire tiene color? No, o eso creo. Es trasparente. Casi no lo podía sentir, ni tocar. Los pequeños rayos que entraban por el vendaval se reflejaban sobre sus débiles manos. Todo eran sombras y luces. De lo borroso se pasaba a lo nítido. Solo había que parar a fijarse. Eso era lo que le había faltado durante tanto tiempo. Ahora la veías sentada, casi sin hacer ruido. Parpadeaba, pero casi ya no tenía fuerzas para hacerlo. Con su jersey de lana, su favorito. El que le regaló su abuela al cumplir los 8 años. Del que nunca se separaba. Tenía los ojos mojados, el rimel se le había corrido y una mancha oscura recorría sus pómulos.Se había pasado toda la noche con lágrimas y en la habitación se sentía el olor fuerte de algo más. Sin duda, había estado fumando, como de costumbre. Ya era fácil pensar que las cosas no tenían remedio. El tiempo pasaba, ya había perdido la cuenta de los meses en los que sus noches eran un desperdicio. No servía de nada apagar y volver a encender cigarros, sin embargo, no podía evitarlo. Se había convertido en una obsesión, parecía no poder vivir sin ello. El humo gris que invadía el recinto, las cenizas tiradas por el suelo. ¿Qué tenía todo aquello? Nada. Eso era lo raro. Porque nada se arregla desperdiciando tu vida. Al igual que una vela no se enciende si no llevas un mechero. Pero ya no servía de nada intentarlo, ya había perdido todo por lo que merecía la pena luchar. Ya no se agarraba a nada. No podía revivir los momentos por los que había pasado. ¿Hacía cuanto que no escuchaba su risa? Tal vez habían pasado meses. Ya nada ni nadie se acercaba a contemplarla a su ventana. Pero no se podía tener todo. Tan solo el interés por saber cómo les iría a sus antiguos compañeros. Esperaba que la vida les vaya mejor que a ella, o tal vez lo contrario. Solo sabe que nada cambiara, nada será como antes. Da una calada a su cigarro, tose un par de veces y lo apaga en el cenicero de cristal. En seguida recurre a otro antes de que los recuerdos le atormenten más. Lo mira atentamente, no parecer ser nocivo, pero lo es. Escucha el sonido del silencio. Y de un golpe, se levanta. Intenta aguantar de pie y con asco, lanza todos los cigarros contra la chimenea, allí se quedarán. Sintiendo asco hacia ellos mismos como ella tantas veces ha sentido. Porque ahora se ha deshecho de lo que le atormentaba. Y ya no sabe qué más hacer, porque sabe que ya ha perdido las esperanzas de que la vida le ayude, pero al menos, está intentando recuperar su vida. Los principios empiezan cuando los finales se olvidan. Por eso, no vale volver a recordar. 

Otro problema más

Solo existíamos tú y yo.
Tan solo niños jugando al fútbol lejos de allí que no se enteran de nada,  que no saben lo que está pasando pues no se oye nada. Tan solo nuestra respiración agitada y nuestros fuertes latidos. Varias personas nos gritan algo, a lo lejos que no logró entender, o simplemente no escucho. En ese momento solo importa él, la persona que tengo delante. Todo esta nublado, encapotado de nubes grises en el cielo. Apenas lo noto. Sigo a su lado, ambos apoyados en la pared y dirigiéndonos palabras llenas de sinceridad. Entiendo por lo que está pasando, sé que necesita a alguien a su lado que le ayude y con el pueda confiarle cada secreto. No quiere arriesgarse. Todo se acumula, el estrés, los problemas, y él me lo dice. Llorando en su interior por muchas cosas. Habrá llorado miles de veces y ahora se enfrenta a otro problema. El amor. Lleno de inseguridades que tan solo él puede aclarar. Que no sabe lo que siente y todos necesitamos una pequeña ayuda. Necesita que alguien le explique los sentimientos, que le enseñen a saber amar y poder liberarlo todo. Porque él quiere explotar, en cualquier momento lo hará y sé sentirá libre, como si nada pasara. Los problemas seguirán y todo volvera a ser igual. Sin embargo, sonreirá como siempre lo hizo al verme, cuando las miradas surgían de la nada en clase y las veces que he necesitado ayudarle. Nunca he podido. Nadie me ha dejado. Y esa vez en la que por primera vez, todo parecía reducirse a un mundo entre tú y yo. Ahí es cuando he podido soltar todo. No me importaba tu respuesta. Te dejaré todo el tiempo del mundo, hasta que llegue el día en el que será tarde. Esperaré tu respuesta porque ya lo llevo haciendo desde siempre y parece que por esperar unos días más no pasa nada. Tan solo necesitas un empujoncito y esxpresar lo que sientes. No me importará lo que me digas, tan solo me querré ir de allí segura de que he podido ofrecerte toda mi ayuda, que te apoyaba y lo seguiré haciendo. Porque yo te hice sufrir y ahora es mi turno, tengo que pagarlo y lo estoy haciendo. Hazme todo el daño que yo te hice. No me importa. Me lo merezco. Sonreiré cuando todo se acabe o tal vez, todo empiece. La decisión es tuya. Y pase lo que pase, sonreiré. Intentaré seguir a tu lado. Me iré susurrándote un adiós, empezando una nueva vida en la que mi corazón será libre o tal vez, ya jamás pueda olvidarse.

Lo hemos intentado

Acompañada de la soledad silenciosa...
Sentada en un banco, vestida con un abrigo de color crema, mira melancólicamente hacia delante a través de sus gafas. Y no hace nada más. Acompañada de la soledad silenciosa. Un halo de tristeza la envuelve. Poca gente conoce sus sentimientos o pensamientos, y nosotras no somos una excepción. Le dirigimos súbitas miradas antes de volver a nuestro libro de Lengua y Literatura.

-¿No os da pena?-dice la más bajita de ellas.
-Sí, pero ¿qué podemos hacer nosotras?-comenta la chica de gafas.
-Me gustaría decirle algo, pero no sé...-duda la última, de pelo largo y marrón.
-Yo me muero si voy.
-Yo le digo algo si alguna me acompaña-la chica bajita se levanta, con el libro en mano, y mira a las otras dos, sentadas junto a sus mochilas en el banco contiguo.
-A mi me da mucha vergüenza-repite la de gafas.
-No sé...-duda otra vez la del pelo largo.
-Vale, voy yo.

La bajita anda hasta el banco donde la chica solitaria mira al vacío. Las otras dos ya no estudian la lección, si no que observan, nada disimuladamente, a su amiga. Tras un par de minutos, vuelve a su respectivo banco.

-¿Qué te ha dicho?-pregunta la del pelo largo.
-¿Qué le has dicho?-pregunta a su vez la de gafas.
-Le he preguntado que que tal le iban los estudios y tal. Todo ha ido en torno a eso.
-Oh.
-Además, tiene una voz muy diferente a cómo me la imaginaba-replica la bajita.
-¿Cómo era?-pregunta la del pelo largo.
-No sé, era más grave de cómo me la imaginaba. Y, ¿no os parece mal cómo estamos hablando de ella? Como si fuese este tema de conversación y ya está.
-Uf, me sigue dando pena-comenta la de gafas, mirando en dirección de la otra chica, que seguía ensimismada  en sus pensamientos.
-¿Le preguntamos si quiere venir?-propone la del pelo largo.
-Por mí vale-responde la bajita.
-Ve tú, que ya sois amigas-dice la de gafas.
-Sí, vamos, somos íntimas-ironiza la aludida, mientras unos chicos de la clase de éstas se acercaban y se sentaban dos bancos más allá, al lado de la otra chica.
-Encima ahora vienen éstos-bufa la del pelo largo.
-¿Y qué pueden decir? ¿De qué se pueden burlar? ¿De qué nos pueden acusar?-pregunta la bajita. No deja responder a sus compañeras- ¿De ser amables?
-Vale, es verdad-le da la razón la de gafas-. Pero si voy yo, me muero por el camino. Y eso que son dos metros.
-Jo. ¿Me acompañas?-le suplica a la del pelo largo, que se queda pensativa-.Sois unas cobardes-replica, antes de ir al banco de la otra chica.

La bajita le pregunta que sí quiere ir con ellas, mientras la chica mira en dirección al banco. Las otras dos hacen un ademán de saludo con la mano. Ven que niega con la cabeza. Y un escueto "Gracias". La bajita vuelve al banco, triste.

-Lo hemos intentado.

Todo fue quemado

 La oscuridad de la noche cubría mi rostro y mi cuerpo. Mis labios temblaban, mis pestañas se encontraban caídas y sin fuerza. Mis ojos ya no brillaban. Todo se sumía en un inmenso silencio del que me quería ir. Tan solo se oían las voces de algunos perros que ladraban mucho más lejos. Estaba viviendo detrás de una reja, no había nadie más que yo. Aquella sensación llevaba el nombre de soledad. Sentía punzadas en mi pecho y mi corazón palpitaba rápidamente, sin descanso. Tampoco había luz, me sentía ciega, no veía nada. Delante mío había unas rejas que se movían lentamente y produciendo chirridos que me producían escalofríos, estaba completamente encerrada. No había salida, ya nada era multicolor, la vida se había convertido en un pozo sin fondo. La vida ya no era tan bonita como antes, ya no existían las verdades. Había vivido en una mentira. Todo el tiempo. Ahora me despierto con la nueva vida  y tan solo veo el mundo con soledad, oscuridad y desamores. Ya nada vale la pena, no se puede confiar en alguien para siempre. Hay que andar lentamente y con cuidado dejando que las personas te demuestren su valor con hechos, no con palabras. Muchas veces nos dijeron te quiero cuando nunca fue verdadero. Siempre nos prometieron ilusiones que nunca se cumplieron,  nos dedicaron miles de piropos que nunca nos convencieron. Tras aquel mundo paralelo en el que había vivido pensé en dejarme caer, pero sabía que la vida es larga. Que los peores momentos no viven para siempre. Me agarré bien fuerte a sus brazos y quemé los recuerdos amargos y pesados del pasado. Me acerqué lentamente y posé mis manos junto al fuego, las llamas no me quemaban, me producían calor y se convertían en brillos de diferentes colores, pero en aquella hoguera, el calor se extendía por cada recuerdo, lo aplastaba y lo quemaba por dentro hasta que solo se encontraron las cenizas esparcidas por el suelo, aquel olor característico de lo que nunca se podría volver a recuperar inundaba la habitación que también ardía en llamas. Había esparcido el fuego por todo, ahora él era quien tenía el poder. Recorría a grandes zancadas la habitación entera y yo colocada en el centro de ella, aun podía respirar. Quería que todos los recuerdos se esfumaran y aquella habitación estaba llena de esos recuerdos. Ante mis ojos, contemplaba la manera en la que se deshacían con lentitud. Antes de que el fuego llegara hasta mí, pude encontrar la puerta de salida y cuando el fuego derrumbó lo que quedaba sin quemar, abrí la puerta y dije un adiós a todos aquellos momentos que jamás podrían recuperarse pero no querían recordarse.
No se puede vivir encerrada en un pasado
 

Que no te extrañe si llevo horas mirando el firmamento. Prefiero no llevar reloj para no saber el tiempo que he perdido contando las estrellas. Pero siempre será más útil observar los cielos adornados de plata que el no dormir.

Pasa de largo si me ves acurrucándome en un rincón del sillón harapiento en el que siempre me encuentras. No es porque tengo frío, si así fuera  empezaría a acortar distancias contigo y me acomodaría en tu abrazo. Sólo es que intento hacerme más pequeña hasta creerme desaparecer.

Que tampoco te importe si a veces necesito soltar un par de lagrimitas a la mínima, es cosa mía. Y que le dé vueltas a todo no es un problema, sólo que dicen que quién piensa mucho se vuelve loco, pero creo que todos al final lo acabamos haciendo.

Que si te preocupa que no pida tu ayuda es porque no la busco, pero tampoco me viene mal a veces disfrutar de la compañía de una sonrisa que aleje los males.

Que si leo un libro a las horas más inusitadas no quiere decir que me esté encantando (aunque así sea), es sólo para evadirme en una historia que no sea la mía.

Si cuento estrellas no es para que me interrumpas, que pierdo las cuentas, es para darme cuenta de que hay más número de estrellas que de problemas.

Así que déjame sola.

¿Entonces?

Te encuentras una carta en tu buzón, especialmente dirigida a ti, cosa que no suele pasar a menudo. No lleva ni sello ni dirección. La abres, curiosa. Desprende un olor dulzón y frutal. Abres el sobre. Dentro hay escrito el nombre de una calle y un Te Quiero, y dibujado un corazón. <<¿Será el chico que me gusta?>> Con las ilusiones en una mano y el sobre en la otra, te diriges a la calle escrita, emocionada.
Y entonces llegas. Está todo desierto <<¿Llegará tarde?>> Escuchas unas risas tras un árbol de ramas caídas. Te acercas a mirar, y descubres allí a tus amigos, gritándote "¡Inocente!", como si de ese día se tratara. Te alejas molesta: <<¿Y mi amor?>> Lanzas la carta al viento, frustrada por la broma de mal gusto.

Entonces, ¿a quién podemos creer?



Estáis sentadas en un banco, como todas las tardes desde aquel día de verano en el que os habíais echo amigas. Era tu compañera de locuras, tu amiga del alma. La llave de tu caja de secretos. Era imposible resistirte a contarle un secreto. Y esa tarde, por fin le revelaste el amor de tus sueños, aquel al que aspirabas. Aquel por el que no te rendías en los malos momentos.
Y a la mañana siguiente, él sabe lo que sientes. Sabe que le querías desde tiempos inmemoriales, que siempre le observabas de reojo en las clases y todos aquellos pequeños detalles que pasaban desapercibidos para todo el mundo, excepto para ti.

Entonces, ¿en quién podemos confiar?
Te mira con esa ternura indescriptible desde el otro lado de la habitación. Te hace sentir especial. Te dice que te quiere, que te ama con locura, la locura más loca que existe, y que nunca te dejará de querer. Entonces, te besa. Y tú te enamoras de él más que antes, hasta límites inexistentes hasta ese momento.
Y meses más tarde, se marcha. Se olvida de ti y te deja con el corazón roto, el rímel corrido por las lágrimas inagotables y todos esos besos que hasta ese momento habían sido de ambos, pero que ahora solo existían en tu mente. Y que jamás olvidarías. Te acuerdas de aquel juramento de amor eterno en aquella noche de invierno.

Entonces, ¿a quién podemos querer?

Encontré una carta, era la tuya

En aquel buzón encontré una carta, la tuya.
Dejaste una carta llena de recuerdos en mi buzón, tenía tu aroma, tu preciosa mirada, tu sonrisa escondida y tus palabras mudas. La acaricié durante varios minutos hasta que me vi preparada para abrirla pero no pude hacerlo. El sobre estaba roto, aquella carta tan deseada se había esfumado, ya no estaba. Pero ese día, no me di por vencida, quise ir en busca de lo que me pertenecía, quise saber la verdad de todos nuestros besos y caricias. Me puse la ropa que llevé en nuestra primera cita, quería revivir el momento. Enfundada en aquella ropa salí a la calle, aferrándome al único deseo que me quedaba, tu carta. Era la tuya. La lluvia ya empezaba a recorrer las calles, ya todo se volvía gris, ya nada tenía color. Pisaba los charcos, cada vez lo hacía con más fuerza hasta que el miedo me atrapó por completo. Esa carta había sido perdida, al igual que te había perdido a ti. Para siempre. Aquella tarde bajo la pálida luz del sol, bajo las nubes grises y algún que otro pájaro. Me senté en la acera, esperando a que alguien apareciese. Con sus recuerdos en mi mente, reviviendo aquellos momentos, sentí escalofríos y supe que ya no había nada que hacer. Volví a casa, sin paraguas. Mojada y húmeda por todos lados. Otra vez, pasé por aquel buzón vacío pero lo que yo no descubrí fue que la carta sobresalía de una de las esquinas. Nunca se perdió. Pero yo sí que te perdí, ya no me quedaron tus recuerdos, tan solo me quedaron historias llenas de nostalgia que una tarde de invierno pude contarle a aquel nuevo chico del que me había enamorado. Ahora, me parecía una pérdida de tiempo recordar aquel amor pasado pero en aquel momento, cuando ocurrió, sentí que me caía en un pozo sin fondo y encerrada en aquel chico supe que nunca lo superaría. Por mucho que intentase ocultarlo, él ya no estaba. Aquel primer chico que se me había clavado en el corazón, ya no podría salir de él, por mucho que que lo intentase y por mucho que fingiese que sí que estaba fuera, que tan solo era un simple recuerdo sin importancia, en realidad era mucho más, él ya no podría salir de mi corazón. Nunca.
Años más tarde recogí esa carta, tu carta.
NUNCA DIGAS UN FIN A NADA, NUNCA PIENSES QUE HABRÁ UN FINAL, NUNCA DEJES ESCAPAR A NADIE, NUNCA OLVIDES QUE TE AMÉ, Y QUE AL IGUAL QUE TÚ, YO TAMBIÉN RECUERDO LO QUE FUIMOS AQUELLOS MESES. ERAMOS MÁS QUE TÚ Y YO, ERAMOS ILUSIONES Y SUEÑOS. PERO NUNCA DEJAMOS DE SER SIMPLES ADOLESCENTES QUE SE AFERRARON A LO QUE TENÍAN, PERO NUNCA DUDES QUE ESTO AUN NO HA ACABADO, PUES NINGUNO HA DICHO UN FIN. Y NUNCA LO DIGAS, TAN SOLO DEJA PASARLO. A MÍ TAMBIÉN SE ME CLAVÓ TU AMOR Y CUANDO RECIBAS ESTO, NO SÉ SI YA TE HABRÁS OLVIDADO, PERO QUIERO QUE ME RECUERDES . EN ESTA CARTA NO HAY NINGUNA MENTIRA, FUISTE TÚ. NO RESPONDAS, NUNCA LO HAGAS. EL VIENTO SE LLEVARA ESTAS PALABRAS PERO TÚ LAS RECOGERÁS ANTES DE QUE SE VAYAN Y LIGERAMENTE SE TE CLAVARÁN EN EL CORAZÓN, ESTE ESCRITO SERÁ LA PRUEBA DE QUE NUNCA SE ACABÓ Y A DÍA DE HOY, AUN NO LO HA HECHO. MIRA ATRÁS PERO SIGUE ADELANTE

Eran recuerdos

Huía de mis recuerdos, de los momentos más amargos de mi vida, que se habían atascado en mi memoria y ya no podían salir. Corría por el sendero lleno de ramas secas y puntiagudas, intentaba salir de allí, llegar a un lugar donde poder esconderme del mundo, sin miradas ajenas. Solo se oían mis pasos en aquel inmenso bosque, solo se oían los crujidos producidos por las hojas y ramas rotas. Los pájaros volaban en círculos en aquel cielo gris, tan solo se colaba la escasa luz por los altos pinos. Intentaba permanecer oculta, en un parte de aquel bosque, mis cabellos enredados y oscuros parecían intentar no mirar atrás. Se podían oír mis fuertes latidos, mis gotas de sudor recorriendo lentamente mis pómulos y mi frente. Sentía un tremendo cansancio, pero a lo lejos pude ver una casita hecha de madera, ocultada bajo un árbol lleno de animales. Todos salieron huyendo al verme, todos me dejaron sola. Me dejaron vía libre para entrar en la casa y cerrando un momento los ojos, imaginé ser la dueña de aquel bosque, con poder sobre todos.
Subí con lentitud los escalones, pero no tenía miedo tan solo quería encontrar el refugio para alejarme de mis pensamientos, para huir de mis penas y sentimientos. Quería un mundo de paz, lejos de otras voces, lejos de otras críticas que no fuesen las mías propias. La puerta de la casa estaba cerrada así que me senté a esperar, a descansar y me di cuenta de que en aquellas escalones había un libro de dibujo. Todo eran escenas románticas, todo eran besos y caricias de alguien perdidamente enamorado. Los trazos habían sido dibujados con delicadeza y pasión. Eran trazos realmente bonitos hechos con bastante pulso, sin embargo en las últimas páginas no era lo mismo. Todos los dibujos estaban trazados desordenados, se chocaban entre sí, hacían daño a la vista. Eran imágenes tristes pero parecían hechas por una persona muy diferente a la de antes, parecían dibujados por una persona enferma. No quise seguir mirando, todo se había vuelto negro y gris. Sentí ganas de desmayarme al pensar en aquellas horribles imágenes que se habían grabado en mi mente. Tenía las manos apoyadas en la cabeza y respiraba rápidamente. La puerta se había abierto sin darme cuenta, pensé que el viento la abría abierto, pero ni siquiera había viento. Pensé que podría haber sido algún animal ocultado en la casa pero no había ninguno, todos se habían ido. Nunca quise pensar que tras aquella puerta se encontraba oscuridad y una persona. Pero entré. Alguien me arrastró hacia dentro, alguien me empujo contra la pared, alguien me susurró unas palabras que no entendí, alguien me hizo daño, alguien me atrapó allí, alguien me dejo tirada en aquella casa, en la inmensa oscuridad, alguien me dibujó con rasgos duros y manchando todo el papel, alguien me mató por dentro, alguien hizo de mí un sucio recuerdo más.
Y ese alguien llevaba el nombre de MIS RECUERDOS.
El horizonte está oscuro, mis pensamientos flotan en el aire, puedo oír el silencio invadiendo el mar, toda la niebla se cierne sobre  mi cuerpo muerto en el que el amor ya no existe, creo que no oigo las pulsaciones de mi corazón, mis lágrimas se convierten en tinta negra que dejan un recorrido en la arena. Necesitaba cariño, lo perdí. La realidad me golpeó bien fuerte dejándome sin respiración, sin un recuerdo al que aferrarme, sin alguien a quien podía querer. La noche se había vuelto oscura, el día se había vuelto desgarrador, en aquel lugar sin sentido, todo parecía convertirse en motas de polvo, todo era gris. No podía abrir ningún camino, ya nada se observaba con claridad, la tumba estaba clavada allí, enterrada entre la hierba y descansando en el subsuelo. Con flores marchitadas, sin nadie llorando por mi cuerpo. La vida se había convertido en un secreto, mi secreto. Mi  muerte había sido un sueño en la oscuridad de la noche. Mis labios no volverán a rozar los tuyos, mis sonrisas ya no serán regaladas, porque mis ojos se cerraron dejando un largo rastro de misterios en tu vida. Dejándote con un corazón casi muerto, herido por todas sus esquinas. No me culpé, ni mis palabras recargadas de odio lo hicieron, ya no era hora de preocupaciones.
Mi alma vagaba por aquel cementerio, por la necrópolis de la ciudad, encerrado en mis pensamientos que quedaron vagando por el mundo, pero nunca morí sonriendo, tampoco llorando, mis ojos se quedaron en blanco y mi último pensamiento fue odio, injusticia, morí siendo un perdedor. Silencio.

La muerte se nos queda demasiado lejos, hasta que llega el momento y nos damos cuenta de que está más cerca de lo que creemos.
Si no puedes más, no tienes por qué quedarte. Puedo estar bien sin ti. Jamás te dije que te quisete dije que te amaba. Y tampoco tú crees que podamos contar nuestras grandes experiencias con los dedos de una mano (aunque las pequeñas puedan significar algo más que simples casualidades de la vida). Y no me molestará que ahora me llames cualquier cosa, la mayoría no serán verdad, y lo sabes. ¿Por qué si no estaríamos enamorados? Lo único que puedo aceptar que me llames es mentirosa. Porque sé de sobras que lo soy.

¿Y sabes qué? Es cierto, contigo todo era mucho mejor. Y no querría renunciar a ello. Pero puedo vaticinar que no llegará a ningún lado, porque así la vida me ha creado, siendo una insegura niña que no cree poder sentir el amor más allá de los poros de su piel. Probablemente pronto eche de menos tu mano agarrada a la mía en los paseos matutinos por la playa. Y tus besos en la frente cuando no puedo dormir. Tal vez algún día cuando te vayas las lágrimas dejarás de empapar la almohada. Solo prométeme una cosa: volveré a ver en tus ojos el color del arco iris.