Acordes

segundos. Nadie hablaba. Nadie comentaba. Sólo sonreían. Yo sonreía.
Apenas la única joven que había en aquella sala era yo. Pero para mí la sala estaba vacía. Importaba la canción, la letra, la voz, y nada más, absolutamente nada. En esos momentos tenía ganas de llorar de la emoción, me emocioné, y no sé por qué. <<¿Por qué este señor no es famoso, papá? El tiene verdadero talento, canta mejor que cualquiera>>. ¿No quería ser conocido? ¿Prefería cantar en los bares, con un público mucho más reducido del que merecería? ¿Por qué no quería deleitar con su voz a muchas más personas? Me pregunto ahora, una vez pasados aquellos minutos de evasión total. Y ahora me siento feliz. El calor de treinta personas sólo escuchándole a él, a los acordes de guitarra, a la armonía del momento y a la alegría.
"Dile que la quiero, dile que yo vivo, dile que me muero"
"Yo solo quiero, quiero que vuelva, aquella mujer"
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