lunes, 18 de agosto de 2014

Titanic.

Uno en cada lado del pasillo. La chica apebas le miraba, el otro no podia apartar la vista de ella y de su aparante perfeccion, esa de la que todos se fijaban. Su pamela se agitaba de un lafo para otro gracias al viento, que tras dias de descanso volvia causando pequeños estragos en las faldas de las jovenes, cubriendoles los ojos. Lo que no sabia era que tras aquel sombrero enorme, las miradas furtivas no cesaban. El chico, apesadumbrado, se metio las manos en el bolsillo, mientras la dama de la pamela cambiaba de direccion  su cabeza, hacia el hombre con el que hablaba y al chico nervioso del otro lado del pasillo. El chico se dio la vuelta «¿Eres estupido o que?» se reprendia a si mismo«Ella no merece nada que tu la puedes dar». El joven se negaba a aceptar que todas las anteriores noches que paso en ese crucero de ensueño las habia pasado con ellas, entre los recovecoa de cada habitacion. Solo que cada vez que ceuzaban la puerta entre los cuartos y el mundo real, estaba aquel abismo que les separaba. Aquellas diferencias sociales que existian por alguna razon, mientras los poderosos se regodeaban de su dinero y los pobres les bastaba poco para ser felices (a veces se preguntaba cual de las dos era mejor). El chico se dio la vuelta. La pequeña heredera de una gran fortuna, tambien. Sus ojos no pudieron evitarse, imposible. El color avellana de el y el risueño azul cristalino de ella. El comenzo a andar, ella a correr. El hizo una timida mueca de felicidad, ella sonrio involuntariamente. 

    






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